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¿Cuánto sexo es suficiente?

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Vía revistadonjuan.com

Algunos hombres piensan que las mujeres somos insaciables, y viceversa. Si algo es determinante en una relación sexual es el timming del apetito por el sexo y por el otro. Existen personas de muy buen apetito sexual cuyas parejas no les apetecen, igual que si salieran a comer a un restaurante. Existen también personas que gozan de un apetito sano y que comen de una manera ordenada y desprovista de cualquier tipo de gula.

¿Cuánto sexo es suficiente? La pregunta es, a todas luces, relativa. La respuesta, aunque muy incierta y vaga, puede, sin embargo, llegar a ciertas conclusiones aplicables a cualquier pareja, sobre todo si hablamos de un rango de edad en el que la sexualidad es enteramente activa (entre los veinte y los sesenta) y no se ve afectada por cambios hormonales como la andropausia o la menopausia.
Partamos de la base de que existen dos tendencias sexuales a las cuales nos inclinamos los seres humanos: la sexual y la asexual. No nos referimos con ello a que quienes se inclinan por una vida asexuada carezcan de órganos reproductores, como lo define la Real Academia. Utilizamos el término para hablar de aquellas personas que no están particularmente interesadas en el coito, y que vendrían siendo al sexo lo que una anoréxica es a una hamburguesa.

Hoy en día se estima que una de cada cien personas es asexual, e incluso existen grupos y autores dedicados al tema. Aparte de todos los factores sociales, emocionales y externos, los investigadores dicen que el apetito sexual está relacionado con ciertos neurotransmisores que participan en la síntesis de hormonas como la testosterona y el estradiol, pero cómo seremos de machistas que incluso los estudios se sesgan al punto de hacernos creer que las mujeres no pensamos tanto en sexo como los hombres.
El estudio “Sexo en el cerebro” llevado a cabo por el Journal of Sex Research revela que el número de veces diarias en que un hombre piensa en sexo varía entre 1 y 388, mientras que en las mujeres va desde 1 a 140, lo cual da como un promedio de 19 veces para los hombres y 10 veces para las mujeres.

Sin embargo, este estudio explica que no significa que las mujeres sean menos ávidas de sexo, sino que la educación y los parámetros sociales las llevan a tener un menor grado de erotofilia. La erotofilia es el nivel de confort o comodidad que una persona tiene con respecto a su sexualidad y al sexo como tal. En resumidas cuentas, es mejor que no subestimen los cerebros retorcidos de sus compañeras, señores.
Evidentemente todos los seres humanos nos inclinamos por naturaleza al sexo pero, incluso apartándonos de la posibilidad de que los hombres piensen más en sexo que las mujeres, hay gente que por prejuicios (ya sean sociales o religiosos) o incomodidad, no vive abiertamente su sexualidad. Para ser morrongo, solapado o acomplejado, no se necesita ser mujer.
Es cierto, eso sí y por culpa de la historia, que en el caso de las mujeres, estos prejuicios son más arraigados, como lo demostró un estudio de la Universidad de Maine en el que se les preguntó a un grupo de mujeres que estaban conectadas a un detector de mentiras con cuántas parejas habían tenido sexo.

Como sabían que estaban conectadas al detector, las mujeres dijeron la verdad y esto hizo que la diferencia de promiscuidad entre hombres y mujeres disminuyera. Como quien dice, las “caballeras” no tenemos memoria, pero repetimos tanto como los caballeros, solo que comemos calladas.
Todo lo anterior nos lleva a pensar que es un mito aquello de que los hombres viven persiguiendo a sus parejas para tener sexo y que nosotras las mujeres huimos bajo pretextos como el dolor de cabeza o el período. El problema del timming sexual en una pareja se da desde ambos lados y no son pocas las mujeres que hacen terapia porque literalmente se sienten “desatendidas”.
Aunque no hay una receta definitiva que haga que el deseo de uno y otro se den al mismo tiempo, parte del asunto debe remitirse a la famosa “química”, y definitivamente es necesario encontrar una pareja que tenga un nivel de deseo similar al de uno. Cuando esta desproporción se hace evidente en una pareja, uno puede parecer adicto al sexo y el otro un frígido asexuado. Es, literalmente, como ir a la fábrica de chocolates de Willy Wonka con un diabético. Un despropósito.

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