Por Nicole Ayala.
La solidaridad de género indica que en casos de gorreos una debe ponerse siempre del lado de la mujer. Si la mina gorreó, es seguro que el pelotudo se lo merecía; y si fue cagada, y en la pega más encima, es claro que hay que estar del lado de la víctima. Como hoy hablamos del último caso, que es el de Mónica Pérez, más ganas dan de camisetearse, de tener barra impúdicamente. Porque dice el rumor que ella, la matea, la periodista estrella, fue gorreada por su ahora exmarido Francisco Sagredo, el otro periodista estrella de TVN, el “mino”, el niñito bien. El grandísimo sacohueas.
Puede ser que Mónica Pérez se haya demorado en darse cuenta de algo que para todo el resto era bastante obvio. Francisco Sagredo siempre ha sido un pelotudo. El memorable momento en que dijo al aire que un futbolista inventado por Twitter era el nuevo refuerzo de la Universidad Católica, fue sólo la confirmación de una larga sospecha que se alimentó de la mayoría de las imágenes del área deportiva de su canal, como por ejemplo las que promocionaban la cobertura de las Olimpiadas. Ahí Sagredo aparecía paseando por Londres como si fuera un comercial flaite de Basement auspiciado por Falabella. Una oda de él a sí mismo sin precedentes, una especie de Claudio Fariña robando cámara, menos cuma, pero igual de desagradable.
Pero Sagredo nos seguía cayendo un poco bien o no tan pésimo porque Mónica lo seguía amando y nosotros le tenemos barra a Mónica. Estará ahora sobrevalorada, pero ella fue la que informó, primero que todos, de la detención de Pinocho en Londres y luego se puso a la cabeza del periodismo de ciudadanoempoderado con Esto No Tiene Nombre. Bacán la mina. Seca. El punto es que ahora, cuando el drama amoroso remece al canal de todos, dan ganas de cachetearla.
¿Cómo esa parada de mino, esa camisa abierta, la chaqueta apretada y el cambio de color de humano a zanahoria intenso no iban a ser un indicador de que algo raro pasaba con Sagredo? ¿Cómo ese hablar como periodista argentino no iba a ser un poco extraño? ¿O será que la polera apretada del área deportiva de TVN con esos audífonos como de telefonista de los años ’20 es muy irresistible?
Está bien, probablemente todo el mundo ha conocido a un sacohuea en su vida. Un tipo alumbrado, que se cree bacán, que se jura rico. Una persona que de repente sale con un comentario desubicado, machista o facho, o cualquier imbecilidad. Y provoca que una se pregunte “¿cómo chucha estoy con este idiota?”.
Pasa que los y las sacohueas nunca se anuncian al comienzo. El sacohueismo es algo que se revela con el tiempo, cuando las cosas que parecían adorables se muestran tal y como son: como la mierda. Pero ese es el punto, que Francisco Sagredo dio indicadores máximos de su sacohueismo y la buena de Mónica no quiso darse cuenta hasta que pasó lo peor o lo no tan peor, porque si no se hubiera enterado de que el chiquillo se la estaba cagando capaz que hasta ahora está con él y nosotros tenemos que seguir fingiendo que no es un sacohueas.
Al final, Mónica Pérez no podía ser perfecta, pero ahora tiene la oportunidad de serlo. Claro que su separación debe ser dolorosa, pero al menos desde afuera de la tele estamos más felices de que la ex reina guachaca (que estudió en el Saint George y la Universidad Católica, súper guachaca) esté soltera otra vez y no pasee de la mano al lado de un Yes Men vestido de Armani ¿Cómo alguien que defiende a las sociedades anónimas en el fútbol no iba a serlo? ¿Cómo un periodista deportivo que siempre se la chupó al Plan Estadio Seguro no iba a serlo? ¿Cómo un periodista que respondió a un trolleo por su error con el jugador de la U. Católica diciendo “Sí?, es como cuando juegan tu mamá y tu hermana…” no iba a ser un sacohueas internacional?
Con todo cariño, Mónica. Pero hay que ser muy pava.