Consulto en Google. La búsqueda de Apple Inc (antes, Apple Computer) ofrece 601 millones de resultados. Por el contrario, la original, Apple Corps, se queda en poco más de 8 millones. Sabiendo que Apple Corps es la original -se adelantó en diez años- se me ocurre la técnica del granito de arena: intentar disminuir la diferencia. En serio: apetece enmendar ese contraste de percepciones. La Apple de Steve Jobs suena a negocio triunfal, a colosal poder industrial (aunque algunas de sus actuales decisiones empresariales suenen a frikerio codicioso) mientras que la “Apple de los Beatles” tiene una imagen de delirio sesentero. Muy injusto.
Sabemos que Apple Corps fue un bicho raro, surgido de una coyuntura acuciante -ingresos millonarios que, caso de no ser invertidos,
serían devorados por la Hacienda británica- y del embriagador espíritu revolucionario del momento: 1968. Para la Historia, Apple
ha quedado como una fantasía costosa, el disparate de unos músicos alucinados, Lo Que No Se Debe Hacer.
Así que sorprende revisar su producción, la parte que se reeditó en CD hace un par de años. Mientras otras divisiones de Apple supusieron una hemorragia de dinero y energía, la rama discográfica funcionó. No a la altura de su proclama inicial, que prometía prescindir de los hombres del bisnes y ponerse al servicio de sus creadores, pero mejor que la mayoría de los sellos propiedad de artistas, que se suelen quedar en vanity labels. Eso sí, mintieron como bellacos. Los Beatles pidieron, mediante
anuncios, que les mandaran maquetas y fueron inundados por cintas…que nadie escuchó. Al final, los artistas de Apple fueron
esencialmente amigos de la casa, acprichos particulares de los cuatro dueños. John Lennon, arrebatado por el torbellino de su nueva vida, apenas participó (sí lo haría en su etapa neoyorquina). Paul McCartney y George Harrison se arremangaron y estuvieron muy implicados. Ringo Starr aportaba su batería y hasta trajo una propuesta atípica: el compositor John Tavener, que traducía a
música sus inquietudes espirituales.
Un CD reúne los dos primeros elepés de Tavener, The whale (1970) y Celtic requiem (1971). Hombre de salud muy
frágil, Tavener terminaría convirtiéndose a la Iglesia Ortodoxa. Sí, la rusa. Chúpate esa, George Harrison.
Signo de aquellos tiempos: Apple lanzó abundante música religiosa. Con la rama londinense del Radha Krishna Temple (1971), George proporcionó legitimidad al movimiento Hare Krishna y -hay que oírlo para creerlo- logró dar punto pop a ancestrales cánticos tradicionales hindúes.